Curiosidades

Cuentan que algunos de sus vecinos predijeron que Genghis Khan crecería para ser un gran líder a causa de una mancha oscura en la palma de nacimiento en su mano. Su imperio se convirtió en el más grande jamás creado.

Su mujer Börte fue secuestrada por un clan enemigo y él montó una guerra para poder recuperarla, algo que resulta cuando menos curioso teniendo en cuenta que la mujer en aquella época valía menos que un caballo. Pero aunque pudo liberarla, ella tuvo un hijo de alguno de sus secuestradores. A pesar de que Genghis Khan dejó muy claro que no era parte de su clan poniéndole como nombre “Sochi“, que significa “extranjero, visitante”, lo educó como hijo propio.

Tuvo 36 esposas y muchísimos hijos tanto legítimos como fruto de las numerosas violaciones que realizó. Un estudio de ADN ha llegado a la conclusión de que 16 millones de personas en el planeta son miembros de la misma familia, la de Genghis Khan. Por algo decía: “La mayor felicidad consiste en derrotar a tus enemigos, perseguirlos, robarlos y acoger en tu regazo a sus esposas y a sus hijas

Cuenta la leyenda que cuando Gengis Khan empezó a preocuparse por su propia muerte, hizo construir una gran tumba, una ciudad necrópolis, en un paisaje escogido de Mongolia. Allí enterraría junto a él grandes riquezas recogidas en el expolio de las diversas regiones conquistadas y todo aquello que consideraba que debía acompañarlo al viaje más allá. Se dice que, para evitar el saqueo del oro y los tesoros, se asesinaba a todo aquél que se cruzase con la compañía, para que no pudiera decir a nadie hacia dónde se dirigían. Además, sí que se asesinaron a los constructores y capataces de la obra, para que no pudieran decir nada sobre el lugar del eterno descanso del gran Khan. Esta obra faraónica ha sido cubierta y enterrada en las arenas del tiempo, suponiendo uno de los últimos grandes quebraderos de cabeza de ltodos aquellos que buscan esclarecer la verdadera morada póstuma del emperador.

Conquisto más territorios que Napoleón, Alejandro Magno o Hitler, concretamente casi 20 millones de km2 comandando  una tribu mongol nómade dominó a la fuerza varias tribus rivales de Mongolia hasta 1206. Luego, partió a la guerra en Asia Central. En 1211 atacó al Imperio Chin, al norte de China, y cuatro años más tarde copó la ciudad más importante: Beijing.  Luego, expandió sus dominios al oeste y conquistó gran parte del territorio asiático, llegando a la ribera del mar Caspio. Tras su muerte, sus hijos y nietos ampliaron aún más el territorio mongol. Su principal enemigo fue el Imperio Chin.

Murió en 1227, en circunstancias desconocidas. Algunas versiones afirman que murió tras haber caído de su caballo durante una batalla, aunque otras se decantan por que murió de tifus.

Su imperio duró un siglo y medio, y su poder se llegó a sentir en casi una cuarta parte de la superficie de la Tierra. Se le responsabiliza de la muerte de casi 40 millones de personas, y su nombre sigue siendo sinónimo de brutalidad y terror. Se llamaba Genghis Khan y aunque pueda sorprendernos, no toda su labor fue negativa. Para algunos conservacionistas este mítico líder no fue sólo el más grande guerrero de todos los tiempos, involuntariamente también fue el más ecológico ya que la destrucción y el terror provocado por el avance de sus huestes durante el siglo XIII, condujo al abandono de vastos territorios de cultivo a medida que las civilizaciones que iba encontrando huían de una muerte segura, o fracasaban en su intento de evitarla.
El resultado, según un estudio publicado recientemente por el Departamento de Energía Global de la Institución Carnegie, es que tras sus incursiones, el bosque volvió a recuperar enormes extensiones de terreno que entonces se dedicaban a labores agrícolas. Esto provocó el secuestro de 700 millones de toneladas de CO2 atmosférico y su fijación al suelo.

En 1221 se le atribuyeron 1,748,000 muertes, en sólo una hora. Los habitantes de una ciudad derrotada fueron colocados contra un muro y decapitados con machetes por los soldados mongoles. Cada uno tenía que degollar por lo menos a 50 personas. Como prueba, los soldados eran obligados a cortar una de las orejas de la víctima, colocarla en un saco y llevarlas para que un oficial lo comprobara.


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